lunes, 7 de julio de 2008

Y cruzaré los dedos...

Fue en ese ondeado y colorido puente, ese adorable puente al estilo francés. No lo quiso encontrar hasta ese momento.
Impresionante. Así lo sentía ella. Luego de tanto andar sin encontrarlo, sus pies ya descendían por la cuesta del olvido. Sin embargo, cuando menos lo pensaba lo encontró. Frente a eso sentía atormentada y no sabía si huir o a dónde ir. Primero pensó en correr en vistas a el. Lógicamente después de tanta perseverancia y añorar que suceda, sucedía. Luego prefirió no hacerlo, pues sencillamente no le convenía o al menos no le haría bien a su alma. Sus ojos le recordaban las heridas que él mismo le había tatuado en su piel.
Una persona que se encontraba sentado en un banco, no pudo desviar su atención. Contemplando la escena del reencuentro comenzó alocadamente a buscar en su bolso un lápiz y una hoja. Hallados los elementos, empezó a realizar movimientos bruscos; parecía que estaba dibujando, era un apasionado. Bajo el eterno sol del atardecer, con semejante escenario frente a el, era imposible no percibir lo que estaba pasando y retratarlo. La imagen se tornaba borrosa, el puente se desdibujaba a medida que ella retrocedía. Después se hacia cada vez más nítida cuando avanzaba. El se preguntaba y repreguntaba si finalmente ella cruzaría el puente y se dejaría llevar por sus sentimientos. O si, por el contrario, huiría despavorida deshaciéndose de tal hermoso momento como era aquel, en ese tan ansiado puente. De esta manera al artista le costaba dibujar y expresar exactamente lo que ocurría; el ambiente era denso e incierto. El mundo estaba como paralizado, todo giraba en torno al viaducto.
Durante unos segundos se enfrentaron, cada cual en su calle. Ella no emitía palabra alguna. Era tan asombroso y a la vez problemático la encrucijada, que al dibujante cada vez se le hacia más difícil trazar las líneas del puente.
Finalmente, las ansias y la emoción no se hicieron esperar más. Por el rostro de ella rodaron las primeras lágrimas mientras daba unos pasos adelante. El creativo empezó nuevamente a mover con intensidad su lápiz, como entendiendo lo que estaba por venir. En un momento, como era de esperarse, ella comienza acercarse hasta llegar a el. Susurró algo al aire. El dibujante creyó haber leído sus labios, en voz baja decía: gracias por venir. Casi terminando la obra y casi concluyendo los movimientos de sus manos, el destino nuevamente jugó otra carta en esta historia. Ella se dio media vuelta. El artista pudo percibir cómo estallaba el alma de esa joven. Ya todo era desamor y desencuentro –cuando en realidad no es amor-. Al son de cruza el amor, yo cruzaré los dedos… Usa el amor como un puente, el hombre, melancólico, se paró y caminó hacia el puente. No terminó su creación.

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